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viernes, 16 de octubre de 2015

MONASTERIO DE TARANCO - CUNA SIMBÓLICA DE CASTILLA


Hay un pequeño rincón del Valle de Mena que tiene todo el encanto de lo que permanece escondido con una belleza intacta, recoleto, incontaminado, acogedor, un “vallejuelo” antiguo con dos o tres viejas casas, rodeado de colinas que no impiden que se vea al sur la cima de la larga, impresionante y hermosa peña de la Magdalena, y, para que nada falte, con una joya histórica edificada en su centro: la pequeña iglesia del Monasterio de Taranco, nuevamente abierta al culto desde que un reducido grupo de “entendidos”, y enamorados de nuestros orígenes, la reconstruyó el año 1990. También colocaron un pequeño e instructivo monumento en el que se le recuerda al visitante por qué (según los documentos) este terruño tiene una importancia especial para lo que después fue la historia de España y de América. Este es el texto:


 
CAMINANTE:
                                  EN ESTE SOLAR, QUINCE DIAS CONTADOS DEL MES DE SEPTIEMBRE DEL AÑO 800 DEL NACIMIENTO DE XTO, AL DICTADO DEL ABAD VITULO, EL NOTARIO LOPE ESCRIBIO POR VEZ PRIMERA EL NOMBRE DE
“C A S T I L L A”
ASI QUEDO CERTIFICADO PARA LA HISTORIA EL NACIMIENTO DEL PUEBLO QUE DESDE ESTE VALLE ALCANZO TODOS LOS CONFINES DE LA TIERRA CON SU IDIOMA Y CON EL CONCEPTO DEL HOMBRE Y DE LA VIDA.
BIEN MERECE ESTE SOLAR TU REFLEXION RESPETUOSA.
AMIGOS DEL MONASTERIO DE TARANCO

 
Los historiadores conocen bien de dónde proceden estas referencias. El monasterio de San Millán de la Cogolla conserva copias de antiquísimas escrituras de la llamada Reconquista. Sus monjes recopilaron innumerables datos del tiempo pasado, basados en documentos o en tradiciones que llegaron encadenadas desde el siglo octavo.

Por orden de fechas, se habla primero de la fundación del monasterio de San Miguel de Pedroso, que surgió el año 759, reinando Fruela I y actuando como abadesa una pariente suya (Nonna Bella), pero parece ser que resistió poco tiempo el embate de los ejércitos musulmanes, siendo abandonado temporalmente.

El siguiente acontecimiento histórico que registran los documentos de San Millán de la Cogolla es, precisamente, el de la fundación del Monasterio de Taranco el año 800 (pudiéndose deducir por diplomas posteriores que lo que se venía llamando Bardulia era ya conocido como Castilla). Hecho histórico con dos características especiales: no tuvo vuelta atrás, de manera que constituyó un enclave que se mantuvo firme y definitivo frente a la amenaza musulmana; y, además, fue la primera piedra de ese maravilloso edificio que se construyó después: Castilla. No existe ningún otro documento que registre esa venerable palabra en fecha anterior, ni que aclare tan temprano que en las proximidades de Taranco había existido un núcleo urbano llamado Área Patriniani, del que solo quedaban sus ruinas.  La copia del documento original, en su última versión crítica, nos muestra lo siguiente:
 
Diploma del Becerro Galicano de San Millán donde aparece por primera
 vez el nombre Castilla

In nomine Domini. Ego Vitulus abba …. ” (Ofrecemos un resumen del documento traducido al castellano)...
“En el nombre del Señor. Yo, el abad Vitulo, aunque indigno siervo de todos los siervos de Dios (la frase surgió en el siglo VI), juntamente con mi hermano el presbítero Ervigio (nos ofrecemos) a nuestros señores y patronos San Emeterio y San Celedonio, en honor de los cuales yo, el abad Vitulo, y mi hermano Ervigio hemos construido con nuestras manos desde sus cimientos una iglesia en un lugar que se llama Taranco, en el territorio menés, y a San Martín, bajo cuya advocación  hemos fundado una iglesia en la ciudad de Área Patriniani, en territorio de Castilla, y a San Esteban, cuya basílica hemos fundado con nuestras manos en un lugar que se llama Burceña, en territorio menés, los cuales (bienes) en vida de  nuestros padres, Lebato y Muniadona, dejaron estos bienes de común acuerdo en la religión de Dios, con alegría y sin ningún recelo por nuestra infancia, bajo la protección divina…
… y así entregamos aquí, concedemos y confirmamos por la presente escritura de testamento nuestras almas y cuerpos, y también todos nuestros bienes…
… y todas nuestras presuras que hemos recibido se las concedemos a estas sedes con la gracia de Dios, y las sernas: allí hemos levantado desde los cimientos las iglesias antes mencionadas, hemos hecho cultivos, hemos plantado y edificado allí casas, celarios, hórreos, prensas para el vino, cuadras, huertos, molinos, manzanares, viñas y todo tipo de árboles frutales….
…Entregamos todos estos bienes que acabamos de decir a la iglesia de San Emeterio y San Celedonio de Taranco.
… “Y en el Área Patriniani, en San Martín, encontramos la ciudad totalmente arruinada, y levantamos la misma iglesia de San Martín, y allí cultivamos y trabajamos toda aquella heredad que encierra un muro alrededor de la misma ciudad, y construimos molinos…
 

… “Así entregamos y confirmamos por esta escritura todo nuestro poder sobre los bienes anotados, e incluso las basílicas de San Martín y San Esteban a la iglesia de San Emeterio y San Celedonio de Taranco, para que sirvan de auxilio a los siervos de Dios y a los peregrinos y a los huéspedes que vivan aquí juntamente con la comunidad. De la misma manera, determinamos que no dejen de cantar misa tres veces al año por estos que les donaron estas herencias, y que esto sea conocido por todos.


     “Y si algún hombre, de cualquier parte que sea, despreciara de la forma que sea alguna cosa de este testamento a favor de la iglesia de San Emeterio y San Celedonio, o se declarara contrario a ello, que sea primeramente maldito y confundido por nuestro Señor Dios, y por otra parte dará al rey talentos de oro y tres libras de oro a la comunidad religiosa todo aquel que intente destruir este nuestro testamento.
     “Esta escritura fue hecha el año 838 (en nuestro calendario, año 800), en el día 17 (15 actual) de las calendas de octubre, siendo rey en Oviedo el príncipe Alfonso. Yo, Vitulo, con mi hermano Ervigio, hemos oído al lector, y con nuestras manos hemos hecho las señales (dos cruces), y los testigos aquí presentes lo han confirmado: Jaunti, testigo, Azanus, testigo, Munino, testigo, Armando, testigo, Handalisco, testigo; el presbítero Lopino lo escribió”.
 
 

 Hay, además, otros cinco documentos, todos ellos con texto breve, fedatarios de que varias personas se entregan, con bienes propios, a la iglesia de San Emeterio y San Celedonio de Taranco.

Este grupo de pioneros llegaría probablemente a Taranco desde el Norte. José Javier Esparza, autor del interesante libro “El jabalí blanco”, cuenta de forma novelada  las andanzas de la familia de Vitulo, y se permite suponer que vinieron a este lugar desde tierras cántabras, con un asentamiento intermedio en el Valle de Carranza. Se trata de una libertad literaria, pero si la utiliza es porque la idea tiene “mucha lógica”. Y tanta que en la Crónica de Alfonso III (hacia el 911) se hace un trazado del proceso de reconquista, indicando el siguiente orden: Primorias, Liébana, Trasmiera, Sopuerta, Carranza, y Bardulia, “que ahora se llama Castilla”. Aunque sea opinable que el territorio castellano fuera anteriormente Bardulia, lo que no tiene discusión es el orden de avance, que pone al final Castilla, y que encaja perfectamente con la idea de que su origen estuviera en Taranco, tal como supone José Javier Esparza. 

     Habrá sin duda añadidos y errores de transcipción en la copia del acto fundacional (y testamentario) que tan celosamente guarda el monasterio riojano, pero los frailes no eran unos  novelistas, y los principales hechos  que cuentan tuvieron que ocurrir en verdad, aunque se hayan recibido a través de escritos de distintas épocas o incluso completados por tradición oral y adornados con algún detalle interesado. No se trata de una fábula, sino de algo que se concretó en las numerosas propiedades del monasterio de Taranco que llegaron efectivamente a las manos del de San Millán de la Cogolla. Esa joya de copia cuenta en vivo y en directo cómo se hacían las cosas el año 800, reinando Alfonso II en Oviedo, y nos da una visión muy gráfica de lo que era llegar a terreno fronterizo, organizarse socialmente, y fundar un monasterio jerárquicamente regido, que, además, quedaba bajo la advocación de dos santos muy queridos entonces, San Emeterio y San Celedonio, a los que todavía se sigue venerando en esa misma iglesia, ahora reconstruida. Así que, como suele ocurrir con cualquier origen histórico, en este caso también es imposible tener certezas absolutas de detalles circunstanciales, pero contamos con razones de mucho peso para llegar a un convencimiento de que lo esencial del documento que se conserva en San Millán de la Cogolla corresponde a hechos reales, tanto la fecha de la fundación del monasterio, como los métodos que emplearon para hacerlo y la toponimia que se recoge. Resultando muy creíble, asimismo,  que fue en Taranco donde surgió el primer núcleo documentado del territorio castellano. Es muy significativo que la edición crítica de esta escritura fundacional no haya eliminado más que tres palabras, sin cambiar el sentido de lo que se cuenta, salvo al suprimir como donado a Taranco una supuesta iglesia de San Román (algo que ya era chocante hasta para un inexperto).

       Los viejos orígenes de cualquier movimiento histórico suelen tener imprecisiones, y quedan recogidos en textos que sufren modificaciones más o menos importantes a través de copias distanciadas en el tiempo, pero un escribano de aviesas intenciones solo utilizará mentiras si es que le benefician. Tal maniobra no pudo interferir en los documentos relativos a Taranco porque nada añadieron a los bienes que, de hecho, ya poseía el monasterio de San Millán de la Cogolla. Si en algo se amplió la primitiva redacción, tuvo que ser fruto de la rutina de los amanuenses, o simples adornos que, en el peor de los casos, también serían de gran valor histórico,  porque sus autores de ninguna manera cometerían la estupidez de apartarse caprichosamente de las fuentes de conocimiento orales o escritas que estuvieran entonces al alcance de los eruditos.
 
 
 

Curiosamente, incluso los estudiosos más críticos aprovechan la preciosa información que proporciona el hecho Taranco para ver con más claridad en las oscuridades de aquellos primeros tiempos de Castilla. Por más que sea discutible el lugar exacto en que se encontraba la llamada Área Patriniani, claramente situada por estos documentos en Castilla, lo cierto es que la existencia de esa “civitate desolata” se ha conocido únicamente a través del diploma de la fundación del monasterio de Taranco, y precisamente porque se da veracidad a esas vetustas palabras, transmitidas a través de los Becerros Gótico y Galicano de San Millán,  los historiadores se molestan en discutir en qué preciso lugar estaban esas ruinas romanas, e incluso si Mena era Castilla o una zona aledaña. Lo que nos sirve para añadir de paso que es de primordial importancia subrayar que todas las fundaciones que se mencionan en estos diversos documentos emparentados, no solamente se relacionan expresamente con Taranco, sino que se hace dejando bien claro que quedaban bajo su autoridad y eran de su exclusiva propiedad, lo que resultaría muy extraño si el llamado “territorio mainense” no fuera una parte importante de la Castilla naciente. No parece aventurado defender que Mena era ciertamente castellana, pero, al tener  una personalidad consolidada y preeminente en esos parajes, se aludía a ella con nombre propio, mientras que, por ejemplo, las ruinas de Area Patriniani quedarían en una zona de Castilla todavía desdibujada nominalmente por falta o escasez de población. Según esto, Mena sería “algo importante” dentro de la incipiente Castilla, y Area Patriniani, sin embargo, unas simples ruinas sin nombre territorial propio.

Dejemos de lado importancias posteriores del monasterio de Taranco, como la de ser posiblemente un punto de reposo habitual en el más antiguo Camino de Santiago. Es en los inicios de lo que sería el Condado de Castilla donde brillan como el sol tres lugares (los únicos documentados) que tuvieron sin duda relaciones mutuas  y una aparición casi simultánea: San Miguel de Pedroso, Taranco y Valpuesta. El caso del primero resulta peculiar por el misterio del caldo de cultivo cristiano en el que surgió en el año 759, quizá por haber permanecido intacto desde antes de la llegada musulmana, lo que supondría que no formaba parte del avance de reconquista. Por otro lado, Vitulo estableció el monasterio menés el año 800, con el detalle importante de que su familia llevaba tiempo asentada en Taranco. Y el paralelismo con Valpuesta es extraordinario porque se funda poco después, y ya con categoría de obispado. Pero, por el emplazamiento territorial de estos dos últimos, tan próximos, es necesario adjudicarles una primordial significación en el punto de partida de la eclosión de Castilla la Vieja, con prioridad en el tiempo para el monasterio de Taranco, al menos mientras no se demuestre lo contrario. Incluso la posibilidad de que Valpuesta fuera creada más tarde de lo que se ha venido afirmando, dejaría mejor explicado el “primitivismo” de Taranco, en cuya fundación no se menciona ninguna autoridad monacal o episcopal próxima de la que dependiera.
     La forma en que se fundó el monasterio menés encaja de lleno en lo que, según los datos ya familiares para los historiadores, tuvo que ser el avance de los pobladores que se iban asentando tímidamente en las zonas “de frontera” con los musulmanes. Los verdaderos pioneros, como Vitulo y sus acompañantes, avanzaban empujados por la necesidad de subsistir lejos de la miseria, y sin contar con el apoyo de los militares, ocupando las tierras con sus presuras, roturándolas y estableciéndose bajo la protección de un rudimentario monasterio, “fundado con sus manos”, que les  nutría de una inquebrantable fe religiosa. Con un permiso tácito de las autoridades cristianas, reyes, condes y obispos, se ponían en marcha hacia nuevas tierras de ocupación, asumiendo personalmente el máximo riesgo. En el caso de Taranco, a ningún copista “inventor” se le habría ocurrido escoger como nombre de su abad el de Vitulo, uno de los más raros en una época pródiga en nombres, ni inventarse como patronos a San Emeterio y San Celedonio, que fueron muy venerados, pero no especialmente en siglos posteriores al octavo. Y no se los pudieron inventar porque, indudablemente, cuando San Millán de la Cogolla recibió toda la propiedad, los patronos eran esos, y, como prueba de continuidad, lo siguen siendo todavía hoy. Y esa  es, precisamente, la única ambición de quienes han cogido la antorcha de este hito histórico y han reconstruido la iglesia de Taranco:  conseguir que lo sean por los siglos de los siglos.
 
 
Cuando uno llega a este rincón mágico, se asombra de que el entorno corresponda tan fielmente a lo que la historia documental cuenta. Por eso, se necesitan controles protectores para que, en lo esencial, continúe sin sobresaltos su larga existencia de más de mil doscientos años. Junto a la iglesia hay una fuente-pozo de magníficos sillares, que se encuentra a poca distancia de otra antiquísima que era conocida, curiosamente, como la de Turanzo, toponimia celta casi idéntica a Taranco, más otra  muy próxima al pueblo llamado Hoz -expresamente citado en los antiguos documentos del monasterio-, que es la mejor de todas por su construcción abovedada, situada al lado de las ruinas de una iglesia románica de suma antigüedad, ya que la técnica del raspado de sus piedra así lo demuestra, y con muchas posibilidades de que se trate de la de San Caprasio, puesto que una de las cesiones, recibida hacia el 856, lo deja bastante claro en el aspecto que nos interesa: “Eneco, presbítero, se entrega a San Emeterio y San Celedonio, y a ti, abad Armenterio, con la iglesia de San Caprasio, que está entre Taranco y Foce Mediana”. Esa misma  fuerza de veracidad lo da el cómodo camino que, desde la iglesia de Taranco, enlaza directamente, en un paseo siempre protegido de vistas “contaminantes”, con dos localidades mencionadas en los viejos documentos del monasterio: Barrasa y Ordejón. Mira uno los planos del Catastro, y se asombra y emociona al ver a pocos metros de la iglesia de San Emeterio y San Celedonio zonas que conservan los nombres del año 800, como “La Espina” y “Ladredo”.
 
Es casi un milagro que nunca se haya perdido, a lo largo de los siglos, el aliento de lo que fundaron Vitulo y sus compañeros, ni el patronazgo de San Emeterio y San Celedonio. Los documentos que hemos dejado sin traducir van dando saltos: año 807, año 828, año 856, año 884 y año 912, el primero y el último de fechas seguras, y los otros tres datados con aproximación por el especialista Antonio Ubieto Arteta. Todos muestran que Taranco seguía vivo y poderoso, y dan fe de donaciones que se le iban haciendo. Hay otro diploma en el que se recoge el hecho histórico de que el monasterio de San Emeterio y San Celedonio, con todos sus pertenecidos, pasaba a ser propiedad del de San Millán de la Cogolla por donación que le hace el conde Hernando Ermíldez el año 1007. Lo mismo da que tengan razón los hipercríticos que discuten la fecha y el donante. Lo que cuenta es que el hecho de la donación es indiscutible y la fecha no pudo alejarse de la real, salvo que el monasterio de San  Millán de la Cogolla tuviera el escritorio más inepto que uno pueda imaginar.
 
 
Siguiendo la pista de su recorrido temporal, consta asimismo que el año 1291 Lope Pérez, clérigo del lugar de Taranco, le donó a su iglesia un molino situado a la orilla del río Cadagua. También está documentado que el abad de San Millán de la Cogolla, en 1352,  cedió a Pedro Pérez y Sancho López el monasterio de Taranco durante veinte años.
 
Existe, además, un documento puente, de tipo judicial y relativo a ambos monasterios, que resulta muy interesante. Supone un salto doble en el tiempo, porque, aunque su fecha es del ocho de mayo de 1590,  se da la circunstancia de que, en su interior, contiene el texto de una escritura del año 1430.
 
El "argumento" es muy sencillo. Los monjes de San Millán cedieron a perpetuidad, como censo, el monasterio de Taranco con todos sus anexos a  unos vecinos del Valle de Mena el año 1430. No se sabe si todo fue "sobre ruedas" hasta el año 1581, pero lo cierto es que en esta fecha se entabló un pleito. La reclamación la hicieron los de San Millán de la Cogolla.
 
En este pleito iniciado en 1581,  hubo una primera sentencia el año 1588 (confirmada en 1590), en la que se declaró: "Absolvemos a los dichos Pedro Sainz de Taranco y a los demás sus consortes de la demanda contra ellos puesta por parte del abad, monjes y convento del monasterio de San Millán de la Cogolla, dándoles por libres y quitos". Pero esto solo se refería a que podían continuar en la posesión de los bienes como hasta entonces los habían disfrutado, ya que no quedaron dispensados de pagar la deuda que habían contraído por impago.
 
 
 

Todo empezó con el vetusto nombre de San Medel y san Celedonio, y atravesó los siglos llegando incólume como institución hasta que entraron en vigor la leyes desamortizadoras del siglo XIX. Y aún después dio servicio parroquial continuo la iglesia de Taranco casi hasta nuestros días, tan diferentes en cuanto a la intensidad de la práctica religiosa. Se abandonó el culto, y la venerable iglesia se vino abajo. Y se olvidó también su singular valor histórico, digno de ser puesto en la primera línea del patrimonio cultural.

    Recientemente, un miembro de la Academia de la Lengua, con hábil frase que defiende sin complejos una respetable teoría, ha dicho que San Millán de la Cogolla es la cuna simbólica del castellano. Se podría decir que son mayores todavía los argumentos que tiene Taranco para que se le considere la Cuna Simbólica de Castilla. No olvidemos que si su documento fundacional puede datarse en el año 800, Vitulo y su hermano Ervigio sabían que aquello, poco antes de aparecer el conde Don Rodrigo, era ya en verdad Castilla, resultando sus padres, Lebato y Muniadona, los más antiguos pioneros constatados.
 
 
     Ha sido la iniciativa privada, pero sin ánimo de lucro, la que se puso en marcha en 1990 y fundó la Asociación de Amigos del Monasterio de Taranco. Al ver sus miembros el estado de la iglesia de Taranco, otra “ruina desolada” como la de Área Patriniani, la reconstruyeron a base de esfuerzo y con sus aportaciones económicas, solo para el bien común. Lo hicieron, pues, casi “con sus propias manos”, como aquellos precursores. Es de justicia que las instituciones públicas se ocupen seriamente de impedir que se eche a perder el trabajo realizado, que fue lo verdaderamente difícil y con tanto éxito ejecutado.
Con el entusiasmo, el esfuerzo y la aportación económica de la asociación Amigos del Monasterio de Taranco, se llevó a cabo la reconstrucción del templo, cuidando al máximo su estructura histórica.
 
 
Lo más difícil ya se ha hecho: recuperar lo perdido. Es necesario que este patrimonio público, de vital importancia para la historia del Valle de Mena y de los orígenes de Castilla, sea vigilado, protegido y subvencionado por las instituciones oficiales.
Estas páginas se han redactado con la ilusión y la esperanza de que puedan contribuir a que aquellos que tienen las competencias y las responsabilidades de velar por la riqueza espiritual de los pueblos, en su doble faceta de valor histórico y cultural, lleguen a tomar conciencia de la extraordinaria importancia que en ese sentido tiene el Monasterio de Taranco, una semilla minúscula en el año 800, pero que, al germinar, enriqueció al mundo.
Valle de Mena
Félix López García
 
Félix López García es Licenciado en Derecho, Investigador, Escritor y Miembro de la Asociación Amigos de Taranco. 
 
Celebración del Día del Nombre de Castilla 2015

 
 Texto: Félix López García.
Fotos: Andrés Serna (2012 y 2015), Sergio León y Amigos de Taranco.
Vídeo: El Correo de las Matas. 2015.
 
 



Félix López es el autor del libro "Sancho Ortiz de Matienzo y sus Circunstancias", un menés apasionante e injustamente olvidado por la historia que estuvo a cargo, hasta el año 1521, de todo el tráfico marítimo con el Nuevo Mundo y en trato directo con los más grandes descubridores españoles.